un recorrido por el arte mudéjar aragonés
webmaster: José Antonio Tolosa (Zaragoza -España-)

MONASTERIO DE LA RESURRECCIÓN DE LAS CANONESAS DEL SANTO SEPULCRO (ZARAGOZA)

Iglesia de San Nicolás de Bari
Versión en inglés

 


Entre la primitiva iglesia románica del siglo XII y la barroca de finales del XVII se sitúa una mudéjar de la que no se conserva ninguna documentación, aunque sí algunos restos, no muchos pero los suficientes para aventurar como pudo haber sido su fábrica. Lo que sí parece claro, a tenor de algunos de estos restos, es que su construcción fue anterior a la de la dependencias monásticas, probablemente en la primera mitad del XIV, coetánea de los de San Gil, La Magdalena o San Miguel de los Navarros.

Sí que está perfectamente documentado el momento en que pasa a ser parte del Monasterio del Santo Sepulcro, no muchos años después de su fundación. Será a ruegos de fray Martín de Alpartir que el arzobispo de Zaragoza don Lope Fernández de Luna conceda, por decreto de 28 de agosto de 1361, el patronazgo de la iglesia al Monasterio continuando como parroquia menor dependiente de La Seo. Poco después, el 26 de marzo de 1362 se lleva a cabo el acto de entrega en las puertas de la iglesia con la presencia de don Pedro García de Rada, canónigo de Tarazona y vicario general del arzobispo, fray Martín de Alpartir y la priora las religiosas, Brunisén de Bidosa. Finalmente la cesión sería confirmada por el cardenal de Santa Sabina en Ancona el 18 de febrero de 1364.

De cómo pudo ser su aspecto, únicamente tenemos testimonio de su forma exterior a través de la Vista de Zaragoza que en 1563 dibujó Van der Wyngaerde, donde aparece el Monasterio adosado a la muralla romana con la leyenda “sepulcro monjas” en forma de maciza edificación en cuya parte alta abre una galería de arquillos que bien podrían corresponden a la nave de la iglesia de San Nicolás, y una voluminosa torre cuadrada de dos pisos con chapitel piramidal. De esta misma manera la representa Juan Bautista Martínez del Mazo en la Vista de Zaragoza que dibuja en 1643.

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Pasando ya a lo conservado, en primer lugar hay que hacer referencia a la cabecera, orientada canónicamente, de la que se puede ver su parte superior por encima de la muralla romana. De ladrillo y forma poligonal, en el paño central se aprecia un óculo cegado en época posterior y la sencilla decoración en forma de banda de esquinillas simple y línea de ménsulas en voladizo sustentado el alero del tejado.

Si al interior del templo nada queda de la construcción mudéjar, no sucede lo mismo si accedemos a sus bóvedas donde quedan suficientes vestigios para poder aventurar que su planta sería de nave única de dos tramos y cabecera poligonal, todo cubierto por bóvedas de crucería sencilla de las que se aprecia perfectamente su perfil en la unión con los muros laterales. Entre los contrafuertes abrirían capillas laterales cubiertas con bóvedas de cañón apuntado transversal al eje de la nave.

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También se conserva parte de uno de los ventanales que abrían en la parte superior de cada uno de los tramos. Abre en arco apuntado con su interior dividido en dos arquillos trilobulados que apoyarían en un parteluz central octogonal (que no se conserva) y en sendas columnas adosadas laterales. El tímpano que generan los dos arquillos se rellena con un medallón en el que se inserta un motivo cuadrilobulado. Como suele ser habitual en las iglesias mudéjares de la época, la parte inferior de los huecos se cubriría con una balaustra decorada con yeserías caladas. Esta ventana abre, tanto al interior de la iglesia como al andito o tribuna que corre por encima de las capillas laterales, y que veremos en las páginas siguientes.

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