Capital del Campo de Alba y a orillas del rio Tormes, la villa de Alba se emplaza sobre una plataforma que domina una amplia vega, a unos 20 km. al sudeste de Salamanca. Fue repoblada en época de Alfonso VI por su yerno el conde Raimundo de Borgoña. El primer testimonio de su existencia lo encontramos en el Fuero concedido por Alfonso VII en 1140, año en el que se supone la villa ya estaría constituida y repartida en parroquias. Su posición fronteriza con Castilla hace que su población disminuya de forma masiva en los años siguientes, por lo que Alfonso IX la repuebla de nuevo en 1197, tras un saqueo realizado por castellanos.
Escasos son los vestigios que han llegado a nuestros días de su trazado medieval. El primitivo recinto murado correspondiente a la primera fase de consolidación de la villa se extendía entre la fortaleza y el espolón, con una superficie de 15 ha., ampliadas a 34 en la segunda ceca. El mercado era, junto a la ganadería y la agricultura, su principal fuente de recursos.
En Alba están documentadas doce parroquias, así como el monasterio premonstratense de San Leonardo, fundación de Alfonso VII hacia 1154, y el de las benitas de Santa María de las Dueñas. Únicamente las iglesias de San Juan y Santiago conservan vestigios mudéjares que testimonian la importancia que tuvo la villa como foco de este modo constructivo, que para Gómez Moreno es el origen de su expansión en la zona de Salamanca, Béjar, Ciudad Rodrigo y Ávila.
